En 1991 la Premio Pulitzer Susan Faludi publicaba Reacción.
La guerra no declarada contra la mujer moderna (en España
editado por Anagrama en 1993), un libro que cambiaría la forma de entender el
feminismo, precisamente porque era un texto feminista escrito para personas que
o no lo eran o podían necesitar desde la experiencia y a través de multitud de
datos e investigación la hipocresía que se escondía tras el discurso
antifeminista abarcando desde los programas políticos hasta la psicología popular,
pasando por el lenguaje televisivo, cinematográfico, empresarial, jurídico…
En
mi caso fue un texto que llegó siendo un estudiante de Ciencias Políticas al
que como mayor aportación supuso el ver de otra forma la ficción, la publicidad,
la moda, una lectura diferente de la sociedad hacía de los comportamientos y la
posición femenina en ella, el lugar de la mujer en el empleo, en la familia… en
realidad suponía un cambio de prisma generado por un libro bien documentado en
datos, entrevistas, análisis…
Pues
bien, estamos de enhorabuena quienes entonces tuvimos la suerte de abrir los
ojos a muchas cuestiones que nos planteaba y además necesitaba una puesta a
punto en una edición actualizada (aunque el texto sigue siendo el mismo salvo
en la traducción y el prólogo de Mar García Puig).
Backlash.
La reacción ultra contra el avance del feminismo (Ed. Península) en
su actualización vuelve a plantear cuestiones esenciales, quizá ahora más que
nunca porque los progresos de la mujer están mucho más amenazados que en los
años ochenta y su reacción contra década anterior de progresos. Lo que entonces
era una “nueva Derecha” hoy se sigue presentando de forma similar y va a
imponer una vuelta de la mujer al mundo doméstico, al matrimonio, a la
maternidad, la sumisión y la aceptación de una función basada en la obediencia
y la natalidad. En todo el mundo, no sólo en Occidente la mujer retrocede y
pierde todos los avances logrados en las últimas décadas, hoy camuflados en la
obsesión antiwoke y las nuevas emergencias demográficas la Derecha, cada vez
más poderosa y agresiva supone una amenaza y emergencia para todo el género
femenino.
Comencemos
por el prólogo de Mar García Puig porque puede ser muy útil para quien no
conozca la obra:
“[…] backlash es un préstamo del inglés que significa una enérgica
reacción a un cambio social reciente «Susan Faludi defiende que todos los
backlash se acompañan de una crisis de masculinidad. […] El backlash al que
asistimos se alimenta de la frustración masculina que halla su caldo de cultivo
en la red. Conocemos como manosfera o machoesfera aquellos espacios virtuales
que comparten y alimentan un discurso misógino y antifeminista. Es ese lugar
donde se reproduce el mismo discurso de la ultraderecha: que el feminismo odia
a los hombres, y que, si se sienten desgraciados, es por culpa de los derechos
que han adquirido las mujeres. «Según Susan Faludi, «el movimiento feminista
tuvo sus momentos culminantes a mediados del siglo XIX, a principios del siglo
XX, a comienzos de la década de los cuarenta y en los primeros años de la de
los setenta». Pero «en todos los casos la reacción ha salido vencedora».”
La reacción contra los derechos de las mujeres es un tema recurrente en la
historia de Estados Unidos, apareciendo cada vez que las mujeres avanzan hacia
la igualdad. Pero a diferencia de otros tipos de progreso, los derechos de las
mujeres han enfrentado retrocesos de manera constante. No ha sido una evolución
lineal hacia la igualdad, ha estado marcado por altibajos.
Y
es que si hay un mensaje vehicular de este libro:
“En
otras palabras, la reacción antifeminista no se desencadenó porque las mujeres
hubieran conseguido plena igualdad con los hombres, sino porque parecía posible
que llegaran a conseguirla. Es un golpe anticipado que detiene a las mujeres
mucho antes de que lleguen a la meta. (…) En la década de los ochenta, algunas
mujeres consiguieron mejoras sustanciales en su situación antes del impacto del
backlash, pero hubo muchos millones que se quedaron estancadas.”
La
reacción antifeminista considera dos clases de mujeres en potencial crisis
nerviosa: las solteras y las que cobran buenos sueldos por su trabajo; Faludi
encontró docenas de manuales, revistas, libros… donde se aseguraba y
argumentaba que las mujeres solteras padecían cifras récord de depresiones
mientras que las profesionales bien retribuidas presas del agotamiento lo
hacían de todo tipo de males, desde mareos a ataques cardiacos. En los años
ochenta diferentes estudios sobre la incidencia de enfermedades mentales
detectaron un aumento de las depresiones entre las mujeres nacidas de 1945 a
1960, la conclusión que le encontraron médicos y periodistas estaba en el
feminismo: “Si las mujeres nacidas en aquellos tres lustros, argüían, no
hubieran disfrutado de tanta libertad, las solteras estarían casadas y las
profesionales se habrían quedado en casita cuidando de sus hijos; en ambos
casos, estarían más tranquilas y más sanas de cuerpo y de espíritu.”
La
mujer cada vez que se acerca a atisbar el disfrute completo de la dignidad y la
justicia humana al nivel del hombre oye que no es el momento todavía, aun peor,
en muchos casos acaba aceptándolo.
En
el mundo del espectáculo el backlash y sus medios de comunicación, el cine, la
publicidad y la industria de la belleza impusieron en aquellos años en
contraposición a la mujer franca y directa a la mujer-niña, discreta y
reservada, una «dama» neovictoriana de pálido rostro, que no sale de casa,
habla con una vocecita aguda, mostrada casi indefectiblemente como algo
«escogido» por ella.
Los
periodistas no escribían artículos informativos, sino esquemáticos dramas
moralizantes en que las mujeres de clase media representaban el papel de
cristianas inocentes engañadas por la serpiente feminista. La mujer tenía que
pagar arrepintiéndose por sus ambiciones y su egoísmo persiguiendo la igualdad.
También
la moda imponía una línea para la “alta feminidad” que debían aceptar las
mujeres que trabajaban. Para ello tras una cortina de adulación y fingida
admiración para la mujer que aceptaba las reglas del juego, las que no,
aparecían en los anuncios publicitarios o reportajes fotográficos como maltratadas
o sencillamente despreciadas.
Los
reaccionarios no lograron modelar a los Estados Unidos a la familia nuclear
idolatradora de papá que intentó propugnar, sin embargo, consiguieron implantar
esa imagen en la mente de muchas mujeres, fomentando una inquietante o incluso
atormentadora disonancia. El feminismo y las libertades no
hicieron desgraciadas a las mujeres, fue el choque entre el deseo de igualdad
-impulso, que se resistió a desaparecer a lo largo de toda la década- y el
backlash lo que las empujó a darse de bruces con los muros de las inseguridades y
autorrecriminaciones que la propia reacción contribuyó a erigir.
Ofrecieron
a las mujeres un modelo para alcanzar la felicidad que fracasó; dividieron sus
vidas en dos formas de vida incompletas: en el trabajo y en el hogar, y luego
intentó presentar la segunda como una existencia plena y satisfactoria. Las que no aceptaron sufrieron las represalias
psicológicas y materiales. Quienes aceptaron renunciaron a una existencia
contemporánea que nunca pudo satisfacer sus necesidades y deseos básicos.
Recordar
que el último libro de Susan Faladi , En el cuarto oscuro, fue escogido
entre los diez mejores títulos del año por The New York Times, fue galardonado
con el Premio Kirkus en 2016 y quedó finalista del Pulitzer.
Backlash. La reacción ultra contra el avance del feminismo de Susan Faladi es importante que siga influyendo y advirtiendo a las mujeres -y también a los hombres- de lo que viene con la nueva oleada ultraderechista que por días va tomando más espacios en la vida social.
Encontrarán
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